Los todistas son una raza en extinción: especialistas en no tener especialidades; estrategas en no tener estrategias; decididos a no tomar decisiones; carentes de vocación y el sentido especulativo de la conveniencia y la oportunidad. Seren, la señora que escribe en este blog, ha desarrollado, durante su amplio y diversificado paso por el todismo, todo tipo de diligencias laborales dignas de una pesadilla de Borges: lavaplatos, mucama, cartonera, canillita, empleada de veterinaria; barman, camarera, ayudante de sastre, vendedora ambulante, albañil, barista. Ella vendría a ser lo que en inglés se llama 'blue collar', o la gente que no tiene título universitario y desempeña tareas no profesionales. Esta mujer, como el resto de los todistas, tiene un sentido y comprensión estético mas bien ecléctico y difuso. No sabe la diferencia entre Barroco y Rococó; siempre supuso que Manet era Monet ( o viceversa ); o confunde el Art Decó con el Art Nouveau. Escribe con faltas de ortografía, se desentiende de la sintaxis, no entiende dónde van las comas; pero por otra lado, gusta de sacar fotos, martirizar relojes, ir a museos, visitar artistas y contar qué ve y cómo lo siente y experimenta. Señoras y señores, no los entretengo mas: Bienvenidos a Seren Vintage Watch Gallery

domingo, 23 de abril de 2017

Encuadernaciones Artísticas de Andrés Casares para una biblioteca argentina en el Museo del Libro y de la Lengua

Intenté soñar la biblioteca privada del esquivo aunque generoso coleccionista conocido como J.D.
Intenté tocar con mi imaginación bizarra esa panzada de tapas y libros soberbios, ingeniosos y originales que de adentro hacia afuera ( o viceversa ) emanan e irradian talento, imaginación y talento mayúsculo.
Intenté otear, bucear, lagartijear en mi sueño por entre solapas y hojas; entre índices y prólogos fantásticos. Tanto o mas fantásticos que todo aquello que rodea y encarna esa exquisita colección.

J.D. tuvo en algún momento una inquietud: dotar de tapas nobles y bellas a alguno de sus libros de biblioteca argentina. Supongo que meditó mucho la decisión sobre a quién entregar sus tesoros, verdaderos tesoros monumentales con autores de elogio y palabras consagradas.
Y la responsabilidad cayó sobre las manos y la experiencia inimitable del reconocido encuadernador Andrés Casares.

Casares dotó a esos libros de J. D. - en la muestra se pueden admirar 130 de sus trabajos para el mismo coleccionista anónimo - de cubiertas de cuero trabajado en diferentes tonos, muchos con bricolage agregando otros materiales y todos personalizados con letras de oro.

Lo increíble, aunque cueste creerlo, es que en la actividades propuestas por el Museo del Libro y de la Lengua no figure esta exposición.

http://museo.bn.gov.ar/














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