Este marplatense es inquieto, barroco, sarcástico. Muy insolente; pero del tipo de insolencia que te atrapa y descongestiona las neuronas. Lo feo en lo bello; lo cotidiano en lo excepcional o el arte de hacer inolvidable una instantánea interrumpida y hegemónica por seres marginales, toscos, desarmados e incongruentes. Nadie queda fuera de las muestras de este particular y original fotógrafo; nadie queda indiferente ante la provocación de la cotidianeidad, la pobreza, la intensidad de lo que se vé del otro lado de la fotografía como artífice de las realidades y sus fantasías efímeras. Ataúlfo como sinónimo de coloso destinado a salvaguardar el potencial subterráneo del retratismo callejero.
Las retinas se inundan al paso de la muestra que la Biblioteca Nacional ofrece en dos ámbitos: la sala Juan Ortíz del 3° piso y en la Plaza del lector Rayuela.
Solo para fanáticos.
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