La capital de España es pródiga en monumentos, estatuas, museos, paseos, puertas de todo tipo, estaciones de metro, tren o autobuses. Madrid tiene un encanto particular para los filántropos aburridos, los sibaritas de las fotos, los caleidoscopios multiformes de la enunciación.
Madrid destila pasado, presente y futuro: por su esencia colosal, por la real polifuncionalidad de su cultura que se metamorfosea en principios regios y paganos; se impone con un estilo barroco al que no quiere ver y sin embargo se sumerge en la mas vívida y temporizada contemplación policrómica.
Eso es Madrid: una urdimbre de historia, de secuencias concatenadas de eufemismos y solsticios arrinconados en la esfera celeste, el fuego y la tierra: o en los rincones de su millonaria expresión rica de metáforas imposibles.
Tema aparte: los relojes monumentales de Madrid son de una hermosura que raya la locura.
Decir " bellos " me parece poco.
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