Para aquel que no lo identifica: el Palais de Glace es ese hermoso edificio que asoma frente a Plaza Francia y que se alza tímidamente por entre los otros muy tentadores atractivos recoletos: la Plaza en sí, el Cementerio, el CCR. El Palais compite con fuerza desigual con esos enérgicos y temperamentales atractivos; el Palais contra ellos es solo una construcción singular de gran belleza y enigmático interior.
Pero una vez que nos asomamos a sus entrañas encontramos un espacio magnífico, silencioso, bellísimo en su soledad y en su quietud. Espacio un tanto descuidado ( la cúpula maravillosa que no se termina nunca de restaurar ) y un primer piso deslucido y desaprovechado.
Cada vez que voy al Palais me encuentro con el mismo y calcado panorama: un espacio semi desierto en el que unos muy pocos transitan. Y esos pocos locos por lo general estamos rodeados de una inusitada y exagerada guardia de seguridad.
La impresionante planta baja del Palais amalgama su majestuosidad con las obras expuestas y con ese cosmos lúdico y esplendente de ser protagonista excluyente de sí mismo. En la muestra, imperdible y altamente recomendable, se exhibe parte de su patrimonio que se nutre desde hace mas de un siglo con las obras que se adquieren a través del concurso del Salón Nacional de Artes Visuales.
Como bien indica el título de este artículo la muestra tiene un recorte histórico definido: 2000 a 2016. Las obras en exhibición son estupendas en su heterogeneidad y demuestran la multiplicidad de bifucaciones que puede tener el Arte.
https://www.palaisdeglace.gob.ar/
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