La arquitectura corporativa siempre tiende a priorizar la imagen en desmedro de la belleza que debe alargar con su poder de hierro desde la sede central ( Londres como cabecera de Shell, en ese momento ) a las subsidiarias y sucursales perdidas y pobres del mundo entero. Y no quiero decir con esto que me anime a criticar cuanta razón o presión hay en seguir una linea, un estilo único.
Al contrario. Creo que este magnífico edificio Art Decó pergeñado por los arquitectos Calvo, Jacobs y Giménez e inaugurado en 1936 deja en posición inferior e incómoda a la intocable e impoluta sede central - en la que evidentemente se inspiró -.
El edificio de Shell en Buenos Aires es de los mas bellos que he visto. Tiene unas simetrías y unas líneas que deslumbran. Y ni casi digo nada del reloj, que por supuesto es idéntico al de la casa matriz. Ese reloj es hipnótico, que te lo quedas mirando horas si no te pellizcas para despertar.
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