Estos preciosos muchachos son dos Seikos 6139b Dial lacado bicolor en tonos marrones, el uno; y con fondo negro y tonos azules, el otro. Ambos firmados chronograph automatic, agujas e índices con material luminiscente; y maya de chapa doblada con cierre firmado Seiko ( el marrón....esa malla es de una pobreza escandalosa, debo decirlo ). Al otro le puse una correa de cuero.... basta de mallas feas.
Medidas de ambos relojes:
Ancho, 40 mm.
Largo, 42 mm.
Caja alto, 14 mm.
Distancia entre asas, 20mm.
Calibre Seiko 6139b. Cronógrafo automático sistema rueda de pilares, contador para 30min. 17 rubís y 21600 a/h.
Como habrán notado..... en la foto hay un colado: un 6139 con bisel interno.... no desesperen que lo presento en la próxima página.....
Y como no podía ser de otra manera..... unas palabras sobre Seiko que alguna vez escribí. Y conste que ese día estaba inspirada....
Los Seiko son como esos amores abiertos, felices, deseados y de una contundencia monumental; hacen que sus portantes estén orgullosos, conformes, satisfechos de sí mismos. Los Seiko suelen provocar bromas ( mis amigos me miran la muñeca y exclaman: " otra vez te has puesto una "sartén" ); pero también provocan inesperados subyugamientos, intrigas, cuidadas palabras al describirlos y profundas cavilaciones que al terminar concluyen con un suspiro de responsable admiración.
Los Seiko son artilugios mecánicos admirables, con un sostén amoroso equiparable quizás a los misterios de las grandes maravillas de las invenciones humanas. Suelen ser grandes, de colores poco osados, serios y simétricos; reseñados hasta el hartazgo acaparan admiradores en bolsillos gordos, equilibrados, sucumbidos o famélicos y miserables.
Los Seiko me han hecho revelarme a esa razón inexistente de poseerlos graciosamente, acariciarlos hasta el infinito, mirarlos con la lupa, sobredimensionarlos; darles categoría humana y creerlos omnipresentes y omniscientes; ellos, que son la perfección absoluta.
Los Seiko esmerilan el corazón del más esteta, del sibarita, del recatado; y proyectan con dulzura y enloquecida emoción la mácula mayúscula de la sin razón más feroz en diacronía al desmayo de su pulsar ronco y gutural - ese rotor magnífico que hace vibrar el alma entera -.
Los Seiko son viscerales, bizarros, adictivos; provocan hermosas parálisis de felicidad por endosamiento a su estilo cauto y de una tímida magnificencia.
Los Seiko son artilugios mecánicos admirables, con un sostén amoroso equiparable quizás a los misterios de las grandes maravillas de las invenciones humanas. Suelen ser grandes, de colores poco osados, serios y simétricos; reseñados hasta el hartazgo acaparan admiradores en bolsillos gordos, equilibrados, sucumbidos o famélicos y miserables.
Los Seiko me han hecho revelarme a esa razón inexistente de poseerlos graciosamente, acariciarlos hasta el infinito, mirarlos con la lupa, sobredimensionarlos; darles categoría humana y creerlos omnipresentes y omniscientes; ellos, que son la perfección absoluta.
Los Seiko esmerilan el corazón del más esteta, del sibarita, del recatado; y proyectan con dulzura y enloquecida emoción la mácula mayúscula de la sin razón más feroz en diacronía al desmayo de su pulsar ronco y gutural - ese rotor magnífico que hace vibrar el alma entera -.
Los Seiko son viscerales, bizarros, adictivos; provocan hermosas parálisis de felicidad por endosamiento a su estilo cauto y de una tímida magnificencia.
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