Los todistas son una raza en extinción: especialistas en no tener especialidades; estrategas en no tener estrategias; decididos a no tomar decisiones; carentes de vocación y el sentido especulativo de la conveniencia y la oportunidad. Seren, la señora que escribe en este blog, ha desarrollado, durante su amplio y diversificado paso por el todismo, todo tipo de diligencias laborales dignas de una pesadilla de Borges: lavaplatos, mucama, cartonera, canillita, empleada de veterinaria; barman, camarera, ayudante de sastre, vendedora ambulante, albañil, barista. Ella vendría a ser lo que en inglés se llama 'blue collar', o la gente que no tiene título universitario y desempeña tareas no profesionales. Esta mujer, como el resto de los todistas, tiene un sentido y comprensión estético mas bien ecléctico y difuso. No sabe la diferencia entre Barroco y Rococó; siempre supuso que Manet era Monet ( o viceversa ); o confunde el Art Decó con el Art Nouveau. Escribe con faltas de ortografía, se desentiende de la sintaxis, no entiende dónde van las comas; pero por otra lado, gusta de sacar fotos, martirizar relojes, ir a museos, visitar artistas y contar qué ve y cómo lo siente y experimenta. Señoras y señores, no los entretengo mas: Bienvenidos a Seren Vintage Watch Gallery

El Anasagasti y los sueños de un loco lindo

Me parece que pocos saben que el primer automóvil fabricado en el país fue un Anasagasti. El nombre del vehículo, como es obvio, responde a los sueños imposibles de un loco lindo que estaba convencido que la industria y la independencia tecnológica liberarían a la  Argentina de ataduras innecesarias.
El ingeniero Anasagasti era inquieto, inconformista, soñador, un loco. Invirtió parte de su fortuna en poner en marcha el primer intento de fabricación de automóviles en serie en Argentina. Montó su propia fábrica en 1910 y tuvo que cerrarla en 1915 lleno de deudas y en bancarrota. Además de todo el dinero invertido, todos los desvelos y todos los proyectos..... 50 Anasagastis pasaron pronto al olvido.
Me parece que este bizarro y maravilloso ser que vislumbro en la memoria de Horacio Anasagasti no supo comprender ( y eso que eran sus pares ) que las familias de la Alta Sociedad Argentina deseaban ver estampadas marcas de Europa o USA en los radiadores de los autos. El fracaso de los Anasagasti se resume en eso: no decir en el frente Ford, Renault o Peugeot.




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