Los todistas son una raza en extinción: especialistas en no tener especialidades; estrategas en no tener estrategias; decididos a no tomar decisiones; carentes de vocación y el sentido especulativo de la conveniencia y la oportunidad. Seren, la señora que escribe en este blog, ha desarrollado, durante su amplio y diversificado paso por el todismo, todo tipo de diligencias laborales dignas de una pesadilla de Borges: lavaplatos, mucama, cartonera, canillita, empleada de veterinaria; barman, camarera, ayudante de sastre, vendedora ambulante, albañil, barista. Ella vendría a ser lo que en inglés se llama 'blue collar', o la gente que no tiene título universitario y desempeña tareas no profesionales. Esta mujer, como el resto de los todistas, tiene un sentido y comprensión estético mas bien ecléctico y difuso. No sabe la diferencia entre Barroco y Rococó; siempre supuso que Manet era Monet ( o viceversa ); o confunde el Art Decó con el Art Nouveau. Escribe con faltas de ortografía, se desentiende de la sintaxis, no entiende dónde van las comas; pero por otra lado, gusta de sacar fotos, martirizar relojes, ir a museos, visitar artistas y contar qué ve y cómo lo siente y experimenta. Señoras y señores, no los entretengo mas: Bienvenidos a Seren Vintage Watch Gallery

domingo, 8 de enero de 2017

Museo de la Balanza

Pocas cosas se hayan indisolublemente ligadas a la vida del ser humano como sus necesidad inevitable de medir, pesar, intercambiar. Como seres gregarios interaccionamos con nuestros semejantes y no solo en la forma social sino en la comercial. Desde tiempos en los que la escritura aún no existía nuestros antepasados necesitaban tener una idea de cómo medir aquello que deseaban dar y obtener en esa medida lo que necesitaban como cambio. Es decir: medir para ser justos en el trocar, en el comprar o vender. Justicia para ambas partes, un equilibrio necesario en el que en cada platillo se pone los intereses de los involucrados.
Quizás así nació la balanza, como una síntesis entre el equilibrio y la justicia. Su nacimiento está contemporáneamente asociado a aquellas rudimentarias escrituras comerciales en la necesidad de anotar qué se daba y por qué.
Cada pueblo, cada nación, cada aldea, hasta la aparición de las convenciones internacionales, solía tener sus propios pesos, sus propias medidas. Pesos en forma de conos de porcelana ( China ), de discos de hierro o las marcas arcaicas en una pequeña y hermosa varilla de marfil; esos objetos rudimentarios acompañaban al viajero, al comerciante, al aventurero. Cada balanza era producto de su entorno y de las circunstancias de su época y de los objetos que medía: de bambú en África e India; de porcelana en China; de hierro para el mercado y metales preciosos para los nobles; de maderas talladas para pesar opio, las ocultas en bastones para caballeros discretos. Las balanzas mecánicas pesaban desde huevos a la lana; desde el tenor graso de la leche a monedas; desde especias a munición para armas de fuego.

Si lo pensamos un poco... todo en nuestra vida cotidiana y en pleno siglo XXI está regido y regulado por el peso y su relación con la gravedad: nuestras valijas ( Uf... el exceso de equipaje ); las encomiendas, el estibe de cargas en los barcos o aviones, las piezas de matricería industrial, electrónica o científica; las recetas de cocina ( 30 grs de ésto, 60 grs de aquello... ); todo lo que compramos en el super o el almacén está regido y controlado en el peso; el actual comercio internacional está regido por containers con pesos regulados; también en la composición de medicamentos, las fórmulas químicas, para medir en nuestra báscula del hogar cuánto nos excedimos en las comidas de fin de año...
Se han dirimido guerras sangrientas al respecto de lo que pesaban algunos artículos: oro, plata, opio, diamantes; por el peso suelen pelearse los boxeadores cuando cambian de categoría; se pesa - en simplificada metáfora - el amor, el rencor, el odio o el dolor. Los años " pesan "; y también pesa el mandato familiar.

Bernardo Fernández, quizás, sintió el " peso " de la historia de su familia al visitar la casa de su bisabuelo en España y encontrar en el altillo una balanza para pesar granos, su primer balanza.
Esa primer balanza trajo otras; y esas otras atrajeron muchas mas. La enorme pasión que se respira en ese lugar físico que tiene el alma de Bernardo Fernández  ( del Museo de la Balanza se trata ) atrapa al visitante y lo envuelve hasta arrinconarlo en un estallido de gratitud: la visita al Museo de la Balanza es indispensable, ineludible, apasionante e inquietante.

Indispensable porque en el Museo se muestra una de las colecciones privadas de balanzas mas importantes del mundo; ineludible porque la formación básica de todo ciudadano debe estar vinculada al conocimiento profundo del pasado y presente del sistema de mediciones que lo rige; apasionante porque se ofrecen a los sentidos poco mas de 2 mil balanzas mecánicas o manuales muchas de ellas de elaboración artística además de práctica - la mayoría de las expuestas en el Museo son de los siglos XIX y XX -; e inquietante porque el peso, en algunos casos, determinó la suerte de decenas de miles de personas ( un ejemplo concreto: la balanza " engañosa " que pesaba a las brujas ).

Deseo agradecer por este intermedio a  la afable y muy simpática Viviana ( la guía del Museo ) que contagia pasión por lo que hace y trasmite, ¡¡¡ también ella es una fanática de las balanzas !!!
Y por supuesto deseo expresar mi agradecimiento al señor Bernardo Fernández que me ha abierto las puertas de éste: su maravilloso universo de balanzas.

http://www.cpark.com.ar/museo.html

https://www.facebook.com/museodelabalanza/





































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