El aspecto más disfrutable de viajar, en mi muy modesta opinión, es cuando me pongo a vagar por un pueblo o una ciudad desconocida sin mapa, sin gps, sin plan. Ese es, para mí, un acto religioso en su sentido laico: caminar sin sentido, sin destino, y sacar fotos con mi reflex o celular; pensar en nada, reírme y disfrutar, y que los pies me lleven donde quieran.
Fue así que me crucé por primera vez con el Caffè Rudiae. Está frente a la famosa Puerta Rudiae, en la inimitable y bella Lecce. El café, como servicio gastronómico y de comida, no resistiría una reseña cinco estrellas, pero lo que sí merece una nota estelar es la fabulosa colección de juguetes, objetos conmemorativos, memorabilia y souvenirs que existe allí. Miles y miles de coleccionables pueblan cada rincón del café en sus vitrinas, anaqueles, estantes, techo, paredes, barra, puertas y ventanas. También encontrarán coleccionales y rarezas en la vereda del café. Lo dicho: este lugar es el paraíso de quienes amamos el coleccionismo, y todo lo que ello representa.
Desconozco quién es el dueño o dueños del café, pero se merece la gloria. ¡Allí volveré! No tengan dudas...
Dejo enlace para más información:
https://www.instagram.com/caffe_rudiae/?hl=en