Brassaï deambuló por las calles de París en la trastienda de la marginalidad y la cornisa de los excesos. Su impronta visual marcó como nadie el realismo fotográfico de la primera mitad del siglo XX en la París siempre despierta. Húngaro de nacimiento y parisino por adopción, Gyula Halázs - tal el nombre de Brassaï - deconstruyó la forma y fondo de la fotografía testimonial hasta hacerla visceral y provocativa, dando luz allí donde la madrugadora deglución de lo prohibido, lo torcido, lo desviado y deformado tiene su reino.
Las imágenes de Diane Arbus siempre sorprenden: claras, espontáneas, duras, íntimas. Sus fotos anclaban personas. Esas personas desafiaban la cámara, personas que no eran canon de belleza, que no tenían forma de coloso o heroína, que no eran agradables a la vista o que poseían halos extraños en su desentendimiento con los correcto y lo bello. Cuando se habla de retrato como Arte Contemporáneo hay que remitirse a Arbus.
Y Nan Goldin con su frescura, el voyeurismo permisivo, la arrogancia de la juventud ilimitada y el desenfreno de la comunidad LGBT en los '70 y '80 celebra con su postura y su lente la contemplación de un mundo lleno de excesos, sentimientos, color y trasnmutación.
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